Resulta curioso ver cómo los viajes más largos, aquellos que nos distancian de la rutina, comienzan en una terminal… Lo cual no deja de ser una buena metáfora: un viaje es «un principio terminal»… tanto que nos sitúa ante el vértigo de la despedida.
Quizás por ello en esos momentos de paradoja confusa, o de confusión paradójica, se muestra ante nuestros ojos la incongruencia de una vida prometida que los días se encargan de desmentir. Y creemos que se puede resolver con palabras aquello que no hemos sido capaces de alcanzar con hechos, que renovar una promesa resuelve la primera deuda, que una llamada achica la distancia, o que un «hasta pronto» siempre es verdad…
Es el eco de las palabras en la terminal. Unas llamadas que deberían servir de encuentro, pero que sólo prolongan la despedida en una promesa abandonada hasta el regreso… El momento en el que la sinceridad se acompaña del miedo del quizás y de la certeza de la duda…
Pero nunca se regresa del todo al lugar de partida… Siempre habrá algo distinto en él o en ti que hacen el regreso diferente, imposible…
Y de nuevo las palabras se encargan de confirmarlo cuando toman el silencio como argumento, para así esperar hasta una nueva despedida.