Los recuerdos nos eligen, son ellos los que deciden con quién permanecer y qué dejar a salvo de la corriente del olvido… Sin embargo, creemos que elegimos aquello que guardar en el cajón desordenado de la memoria, o lo que abandonamos a la intemperie del tiempo.
La imaginación no nos pertenece, está hecha de esos recuerdos abandonados que no encuentran sueños donde posarse, pero aún así continúan creyendo… Nada nuevo hay entre los retales del afecto y los sentimientos… salvo tú y yo.
Nos engañamos al darle certeza a la imaginación, y nos mentimos al decirnos que hemos olvidado lo que cada día nos asalta… El “ya no me acuerdo de…” o el “ni siquiera recuerdo cuándo…” son el ejemplo manifiesto de ese engaño y de nuestra indefensión ante un pasado cargado de recuerdos, que nos asalta para decirnos que hay deudas que no se pueden saldar con un quizás.
La memoria tiene dos caras, y las dos son falsas… Una por llamar verdad a lo que ya no puede ser, y otra por decir que es lo que ya no es verdad…
Dos caras con sus dos cruces… Los recuerdos que se subieron a la espalda de nuestro tiempo para convertirlo en la vida que arrastramos, y esperar que vuelva a suceder aquello que ocurrió una vez, y la imaginación rememorada que nos dice que todo lo que iba a ser al final no es cierto.
Nos movemos entre la sorpresa del descubrimiento no buscado y el desengaño de la espera frustrada.
Cada día cuesta más trabajo encontrarse en el espejo… cada día es más difícil hallarse en una mirada ajena…
La distancia siempre es recuerdo o imaginación… En cualquier caso, no es cierta en su verdad ni en su mentira…
…Ese es el drama.